Cuando hablamos de violencia de género en nuestro país, generalmente la asociamos con la agresión física que culmina en un femicidio, un triste relato que, independientemente del dolor y la revictimización que causa en las víctimas, no ha logrado cambiar la percepción social sobre este problema endémico. Las cifras de mujeres y personas disidentes víctimas fatales de la homofobia y violencia de género siguen aumentando.
Sin embargo, la verdad es mucho más compleja. La violencia de género se manifiesta en el jefe que trata de forma despectiva y menospreciativa a una mujer solo por su género. Está presente en el comentario del conductor que dice «Apuesto que es mujer» cuando ve a alguien realizar una maniobra de conducción. Se encuentra en el niño que observa cómo su padre golpea a su madre y la insulta, o se ríe del amigo afeminado de su hijo en el colegio. También está en el profesor que no sabe cómo detectar la violencia y vulnerabilidad de un estudiante disruptivo y lo castiga por no comportarse como los demás.
La violencia de género se ve en el grupo de amigos de quinto básico que discrimina a otro por mostrar sus sentimientos y ser sensible. Está en el niño que golpea a su perro porque es lo que ve en casa y probablemente así lo tratan a él. Es esa persona que se burla del uso de la «E» en los pronombres porque no quiere aceptar la existencia de personas no binarias.
La prensa revela datos preocupantes y fatales sobre 2024: “Aumento del 42% de femicidios en Chile: 17 consumados y 106 frustrados en lo que va del año. En 2023, hubo 41 femicidios, 48 según la Red Chilena Contra la Violencia Hacia las Mujeres, además de 2 suicidios feminicidas y 259 femicidios frustrados”.
A pesar de los diagnósticos realizados por el Ministerio de Hacienda en conjunto con ONU Mujeres y la implementación de leyes como la 21.369 y la próxima entrada en vigor de la Ley Karin, que obliga a empleadores y entidades públicas a desarrollar y mantener protocolos para evitar el acoso laboral, sexual y la violencia en el trabajo, aún no podemos frenar esta violencia radicada en el micromachismo y la masculinidad tóxica.
¿Por qué? Por la influencia de sectores conservadores en la sociedad que niegan la existencia de este problema, y también por la falta de educación que fomente el desarrollo del pensamiento crítico. Estos factores han provocado la ralentización de leyes y el estancamiento de aprendizajes que podrían optimizar la salud mental de las personas disidentes, que representan una parte importante de la población.
Para salir de este círculo vicioso, debemos confiar en especialistas en pedagogía, docencia, psicología, psiquiatría y otras disciplinas de las ciencias sociales y de la salud. Al comprometernos con espacios terapéuticos, optimizamos nuestro quehacer diario y nos convertimos en mejores referentes para nuestra sociedad.
1. Torres, M. J. (2024, 24 marzo). En el mes de las mujeres, para no seguir llegando tarde. El País Chile. https://elpais.com/chile/2024-03-24/en-el-mes-de-las-mujeres-para-no-seguir-llegando-tarde.html
Por Susam Acuña Donoso. Psicóloga Clínica Educacional.